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jueves, 9 de febrero de 2012

Memorias de duende

Memorias de duende

Alma de cantor lleva mi duende. Abanicos de sombras y claveles caminan a la izquierda de sus pulmones, empina el rosado de sus mieles y sonríe a las agujas. Lleva gorro y polvos de soñar como si de ovillos fueran sus ideas y le gustara el zumbido de los cristales. Afuera mamá nos cuenta y llena planillas de ortografía, en una de ellas escribe oronda Samuel Ernesto y se mira inquieta los pies hinchados de felicidad. El duende nació de amarillo y tiene dedos grandes, dicen los suyos que gime y sueña con estilo de guerrilla, duerme con fe y le retumban los oídos con los pasos de un fantasma gris que cuida sus latidos del otro lado del cristal. Ama las dosis y se acostumbra al concepto de lo horizontal, entiende de relojes y cántaros y solo sabe de jeringas y paños raros. Al final de un pasillo claro está su nido, papá mira celoso hasta las hormigas del fondo y vela porque no hayan ruidos de velas ni colores, hay luz siempre y los ojos se aguan con cada reunión, las pesadillas titulan los desayunos y un entra y sale de vasijas engorda los párrafos de esperar. El duende ya despierta y arranca sus mangueras como rosas de un jardín, es un verso monosílabo de cuatro libras que quiere contarnos sus aventuras en la oscuridad. Míralo como sonríe... igualito a la abuela,…tiene los pies míos,…sus ojos brillan…. El duende hoy cumple un mes y parece un abecedario de apuntes, tiene un papá que lo ama y un jarrón de cosquillas por hacerle.
Por su salud, mil quieros.
Suyo,
Papá.

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